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[Sol]

Después de recorrer la casa, llegamos a la habitación que habían preparado para mí. Por la ventana entraba la luz del sol. El cuarto estaba recién pintado de un celeste intenso, vivo. En el centro, la cama, doble, mullida tenía un cubrecama con motivos alegres. En las paredes había fotografías familiares. Estaban allí, recordándome Navidades juntos, en la casa de Pringles, fotos tomadas por Horacito de la Plaza de Mayo, con la bandera argentina flameando orgullosa. Los rostros de mi padre, mi madre, mis hermanos me observaban desde las imágenes y pude sentir y comprender, que era amada, que me habían esperado todos estos años, que habían cuidado cada detalle, cada objeto, cada color, para recibirme con la luz del cielo y del sol brillando en su azul. Las lágrimas, estas mismas lágrimas, de alegría y felicidad me desbordaron los ojos, y el llanto, curando, sanando, brotó de mi corazón y mi cuerpo que agradecido los miró, recibió el amor, y los abrazó. A miles de kilómetros de distancia, en otro país, en otra tierra, pude comprender, que ese amor, inmenso, enorme, me había esperado todos estos años, años de oscuridad, de temor, de dolor, años que necesité atravesar para finalmente cruzar decidida la frontera del dolor y dejar para siempre el país del llanto, del dolor inútil, de las ausencias y abandonos irreversibles. Ahora comenzaba a habitar un nuevo lugar, una nueva manera o forma de ser, más feliz, más plena, sabía, que la vida no era perfecta, pero sabía al fin, que era bendecida, y que por sobre todas las cosas y a pesar de todo, era amada.


2019

[rayuela-x]

Qué lindo dejar atrás el dolor, Solcita. Muy esperanzador. Abrazos!!

[Sol]

¡Gracias, rayuela!

¡Abrazo de vuelta!